El chocolate peruano vive un momento de expansión internacional sin precedentes. Con exportaciones que superaron los 52,8 millones de dólares en 2022 y un crecimiento proyectado del 4% anual hasta 2034, Perú se consolida como un actor relevante en el mercado global del cacao y sus derivados.
Un origen privilegiado
Perú alberga el 60% de las variedades de cacao del mundo, muchas de ellas originarias de la cuenca amazónica. Esta diversidad genética, sumada a los microclimas únicos del país, da lugar a granos con perfiles sensoriales intensos, aromas afrutados y colores vibrantes. El resultado: un chocolate de alta gama que destaca por su autenticidad y complejidad.
Calidad orgánica y comercio justo
Más del 75% del cacao peruano es orgánico, y una cuarta parte de la producción cuenta con certificaciones de comercio justo o sostenibilidad. Este enfoque no solo garantiza calidad, sino también prácticas responsables que benefician a productores locales, especialmente en regiones amazónicas y andinas.
Nuevos mercados y tendencias
Estados Unidos, Canadá, Bolivia, Ecuador y Chile son los principales destinos del chocolate peruano, con un crecimiento notable en mercados como Trinidad y Tobago. La demanda de productos premium, veganos y personalizados impulsa la innovación en sabores, formatos y empaques.
Tecnología y comercio electrónico
La industria peruana del chocolate también apuesta por la digitalización. Plataformas de e-commerce, inteligencia artificial y realidad aumentada permiten a las marcas ofrecer experiencias inmersivas, fidelizar clientes y ampliar su alcance global.
Un motor de desarrollo sostenible
El auge del chocolate peruano no solo genera divisas: fortalece la economía rural, promueve la asociatividad de pequeños productores y responde a normativas internacionales como el Reglamento Europeo sobre Productos Libres de Deforestación, que entrará en vigor en diciembre de 2025.
El chocolate peruano no es solo un producto: es una expresión de biodiversidad, cultura y compromiso con el futuro. Su crecimiento global confirma que el sabor auténtico, cuando va de la mano con la sostenibilidad, tiene un lugar privilegiado en el mundo.