El Centro de Información Nutricional de la Carne de Pollo (CINCAP) informa que la cantidad de grasas trans presente en una porción es de apenas 0,06 gramos. Esto significa que no aporta cantidades significativas, por lo que puede expresarse en la tabla de nutrientes como “no contiene” o “cero”.
La carne de pollo ofrece la ventaja de aportar muy poca grasa en total y la mayor parte es de óptima calidad por ser de tipo insaturada, la cual protege la salud cardiovascular.
Las grasas trans son un tipo de grasa presente en ciertos alimentos, cuyo origen puede ser natural o industrial. Las naturales son aquellas que se producen por la acción de microorganismos presentes en el estómago de algunos animales, como las vacas y las ovejas, pero sólo una pequeña cantidad se encuentra en la carne de dichos animales, su leche y productos derivados. En el caso del pollo, el contenido de grasas trans depende de la presencia de dichas grasas en los alimentos que ingiere el ave, ya que no se producen naturalmente en su estómago, y son del tipo natural.
En cambio, las de origen industrial se forman principalmente durante el procesado de algunos aceites vegetales líquidos para formar grasas semisólidas. Se suele utilizar para elaborar productos de panificación como galletitas, tapas de empanadas y alfajores. Puede identificarse en aquellos productos que contengan entre sus ingredientes el llamado “aceite vegetal parcialmente hidrogenado”.
Este tipo de grasas de origen industrial pueden ocasionar efectos adversos para la salud humana, como enfermedades cardiovasculares a partir del aumento en sangre del llamado “colesterol malo” (LDL) y una disminución del “colesterol bueno” (HDL), entre otras alteraciones.
Desde 2003, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que el consumo de grasas trans no supere el 1% del aporte energético diario de la alimentación, lo cual equivale a un máximo de 2,2 gramos de grasas trans por día para una dieta de 2000 kcal. Estos límites no se aplican a grasas trans de origen natural por un lado por su escasa presencia en los alimentos, y por otro porque no tendrían el mismo efecto perjudicial sobre la salud que las trans de origen industrial, al tiempo que los alimentos que las contienen son de un gran valor nutricional.